Centro Etnoeducativo Walirumana: Premio Nacional de Arquitectura 2022
Juan Salamanca Balen, es el arquitecto del proyecto Centro Etnoeducativo Walirumana, ubicado en La Guajira, que al igual que en la arquitectura local, utiliza la tierra como componente principal pero materializada de manera diferente, en bloques de tierra comprimida.
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En el marco de los 60 años de la Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo, evento insigne en el mundo de la arquitectura realizado de forma presencial en la ciudad de Bucaramanga del 17 al 19 de noviembre, fue entregado por la Sociedad Colombiana de Arquitectura, el Premio Nacional de Arquitectura 2022.
Centro Etnoeducativo Walirumana
La ranchería Walirumana está ubicada a 20 kilómetros al norte de Uribia, en el departamento de La Guajira. Las condiciones socio ambientales en las que viven muchas de estas comunidades wayuu son complejas. La dificultad para generar una economía de producción y consumo, la falta de infraestructura y de servicios básicos han generado unas condiciones de vida muy complejas.
En un lugar donde siguen ocurriendo tragedias como las muertes por desnutrición infantil, la fundación promotora lleva trabajando por más de cinco años para cambiar esta situación. El encargo es generar un lugar donde se reflejen tres pilares que tiene la organización para generar un cambio de raíz: la educación, el desarrollo y la asistencia básica.
Según comenta el autor del Centro Etnoeducativo Walirumana, Juan Salamanca: “Nuestro punto de partida en el proceso de diseño fue la propia humanidad, la etnia y el entorno que habitan. Muchos de los elementos presentes en la memoria colectiva Wayuu se materializan en el edificio, principalmente la sabiduría de un pueblo que se refleja en la tierra, además de ser una muestra de riqueza y poder, es el lugar donde descansan los antepasados y por ende gran parte de su memoria”
Al igual que en la arquitectura local, el centro etnoeducativo utiliza la tierra como componente principal pero materializada de manera diferente, en bloques de tierra comprimida. La cubierta en plegadura hace referencia a las montañas que se alzan en medio del desierto y son de gran importancia, no solo por ser referentes en medio del paisaje, también por su connotación en la cosmología wayuu.
La textura generada por la guadua en los muros del salón principal, es una reinterpretación del patrón que es visible en las construcciones locales cuando el paso del tiempo ha revelado el esqueleto interno del bahareque, técnica usada en gran parte de las construcciones.
La flexibilidad del espacio está pensado para poder funcionar a diferentes horas con un público variado. En primer lugar, la escuela está conformada por un salón para 50 estudiantes y un aula auxiliar con capacidad para 12 que sirve también como biblioteca.
Por otro lado, cuando los módulos centrales se abren completamente, este espacio principal se vincula a la cocina y al bebedero generando un comedor. En estas dos circunstancias, las ventanas de color caen de los muros de guadua y se convierten en los pupitres para los estudiantes o mesas para comer. Finalmente, cuando estas mesas se guardan y el módulo de la cocina se cierra, se genera un espacio abierto bajo sombra donde los artesanos puedan ir a practicar su oficio.
El buen uso de los recursos naturales es fundamental para generar las condiciones de confort óptimas en el interior. La escuela está orientada de tal manera que la luz solar no ingrese directamente a los puestos. El trabajo en guadua en los muros divisorios, genera un calado que filtra el viento intenso en muchos meses del año generando unas condiciones de confort interno muy agradables. Adicionalmente, el BTC funciona como un excelente catalizador de la temperatura interna. Durante el día expulsa gradualmente el frío captado en la noche.