El arquitecto chileno Alejandro Aravena ganador en 2016 del Premio Pritzker, principal galardón de la arquitectura en el mundo, a través de sus diseños ha logrado que la Vivienda de Interés Social se conviertan en una herramienta económica para que las familias de un país salgan de la pobreza.

En el Foro Internacional: Desarrollo Urbano al servicio de la integración, la sostenibilidad y la productividad, que se desarrolló en el marco de la XV feria Expoconstrucción y Expodiseño en Corferias, explicó que para este tipo de vivienda es clave buscar tener una densidad suficientemente alta, sin hacinamiento, que con los escasos recursos públicos permita pagar suelos bien localizados.

“La pregunta fundamental en vivienda social no es cuántos metros cuadrados tiene sino dónde está ubicada, las ciudades son concentraciones de oportunidades de trabajo, de salud, de educación, de transporte o de recreación; la gente viene hacia las ciudades y es un drama que las soluciones del mercado y del Estado, segreguen a esas familias de esas oportunidades que vinieron a buscar”, señala Aravena.

Teniendo en cuenta que un suelo bien localizado es costoso, y que los recursos son escasos no es posible construir toda la vivienda social sino solo una parte, por lo que es importante que la parte que realiza la constructora sea la que una familia no pueda hacer bien por cuenta propia y aquella que también garantice el bien común.

“La idea es que cuando la familia aporte con sus propios recursos para terminar la vivienda el conjunto haya ganado valor, finalmente la vivienda es un patrimonio familiar que puede funcionar no solamente como refugio a la intemperie sino como una herramienta económica, si esa inversión aumenta de valor en el tiempo habríamos podido usarla para superar la pobreza”, asegura el arquitecto.